En el capítulo anterior habíamos dejado a los tres viajeros mientras llegaban a la frontera polaco soviética de Brest. Aparcados en una explanada ancha, tuvieron que esperar un par de horas ya que las oficinas de la aduana, a causa del almuerzo de los funcionarios estatales soviéticos, estaban cerradas hasta las 14.00. Puntuales, a las dos de la tarde, volvieron a abrir las oficinas de la aduana y tanto el coche como los pasajeros pasaron los debidos controles aduaneros.
A las cuatro de la tarde, después de una breve parada en Brest para comprar algo de comer, continuaron su viaje hacia Minsk.
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